Real Madrid: Cuando el Madrid sí está a la altura
Llegó la maldita DANA para arrasar el Levante español y llevarse más de 160 vidas al tiempo que arrebataba los hogares, las esperanzas y los sueños de miles de familias. Uno de los efectos de catástrofes como esta consiste en infundirnos a quienes no nos ha afectado de manera directa el sentimiento de ser unos afortunados, además de ejercer a modo de recordatorio sobre la conveniencia de reajustar la escala de prioridades en nuestra vida. Puesto que sólo tenemos una deberíamos imponernos la obligación de intentar vivirla con plenitud, de disfrutarla contribuyendo a que los seres queridos que nos rodean también la disfruten, de dejar un buen recuerdo en nuestro paso por ella y de ayudar a los demás.
Comparado con la magnitud de la tragedia que tiene paralizada a varias poblaciones de Valencia y Albacete, y entrando ya en materia deportiva, produce cierto rubor recordar la desmesura con la que apenas dos días atrás se trataba un tema tan secundario como la no concesión del Balón de Oro a Vinicius. La polarización Madrid-Barcelona que tiene enfangado de manera permanente el debate futbolístico, la radicalización de muchos actores (entre ellos numerosos medios de comunicación y multitud de periodistas), el clima de crispación creciente y la intolerancia ante las opiniones ajenas alcanzó cotas de sainete con la polémica artificial que rodeó el premio a un futbolista como Rodri Hernández del que, por su condición de pieza básica en la selección española, todos deberíamos sentirnos orgullosos.
La indignación de muchos aficionados con el resultado de la votación es triste aunque entendible: no respetan nada que no sea su misma opinión. Pero que ese fanatismo alcance a todo un club como el Real Madrid, la institución deportiva más prestigiosa del planeta, resulta desalentador. El feo plantón a una Gala en la que tanto su entrenador como la propia entidad madridista habían sido premiados produjo un daño reputacional considerable a nivel tanto nacional como internacional. Sorprende que Florentino Pérez, siempre atento a estas cuestiones, no calibrase las consecuencias de anteponer el interés personal de un decepcionado Vinicius a la imagen y el prestigio del propio club. Ni siquiera se han dignado a dar una explicación de ese desaire a sus socios y seguidores. Acostumbrado a ganar y admirado justamente por ello, el Madrid ha evidenciado que esta vez no supo perder. Por fortuna, solo tres días después el club se ha puesto a disposición del Valencia para lo que necesiten y poder ayudar a paliar las consecuencias de la tragedia. Ese sí es el Real Madrid de siempre, reconocible, generoso y ejemplar.