Laporta no puede seguir como si nada

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Laporta es capaz de presentarse en Arabia con las manos en los bolsillos, silbando el himno del club y maquinando a quién echar la culpa de sus últimos desmanes. Es capaz de ponerse la corbata en la cabeza si el Barça gana la competición. Laporta, al menos de puertas para afuera, se está comportando como si no pasara nada. Y sí pasa. Pasa mucho. Ha chapuceado con la venta de los palcos, tiene a dos jugadores profesionales en una situación insólita y todavía se evía se esperan explicaciones de disparates recientes como la figura de la mediación en el contrato de Nike y otras artimañas. No es que estuviera fuera de la presidencia en una empresa normal. Es que no puede presidir ni una comunidad de vecinos.

Por eso debería tener la humildad suficiente para someterse a esa cuestión de confianza que le pide la oposición. Incluso sería una salida honrosa si la pierde. Nada más democrático. Un órgano del club, según los estatutos, fiscaliza al presidente y le invita a dejar el cargo. O al revés: Laporta, en una última pirueta —es muy capaz—, renueva la confianza y sigue sobre el alambre electrificado de la presidencia. Cualquier cosa menos esa media sonrisa de tahúr y la permanente sensación de que no para de hacer trampas.

DESDRAMATIZAR LA COPA

Ernesto Valverde advirtió en la víspera de su partido de Copa ante el Logroñés que el formato es un marrón para los grandes. Y no le falta razón. Son duelos de alta dificultad para los equipos de primer nivel pero el sistema es precioso. Se podría admitir a los grandes que el sorteo fuera puro, con el estadio donde toque, en casa del pequeño o del grande. Pero el partido único dota a la Copa de una emoción singular.

Con el correr de las temporadas los aficionados deberíamos estar ya educados para admitir que caer ante un equipo de menor categoría no es hacer el ridículo. Es, simplemente, fútbol.

LA REMONTADA COMO MÉTODO

El primer partido del Real Madrid en 2025 fue una remontada, claro. Está bien, al aficionado madridista le encanta, hay resultados que saben mejor después de una buena remontada pero no debería ser el método.

Si se acude a la épica es porque antes las cosas no se han hecho bien. Cuentan que en el descanso de Mestalla hubo tiros en el vestuario del Madrid. La ceja de Ancelotti tenía más de dos trayectorias. La gestión defensiva fue un desastre. Cuando el Madrid corrigió la presión y se puso a la tarea, lo demás vino por añadidura. Incluso la expulsión de Vinicius actuó más como resorte que como ancla en un equipo que esconde un fútbol indescifrable.

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