Esto es lo que significa la victoria de Trump para Estados Unidos, Rusia y el mundo – RT World News
El republicano ha derrotado una enorme campaña de propaganda en un duro golpe a los globalistas liberales.
Las elecciones presidenciales de esta semana fueron un hito para Estados Unidos. La impresionante victoria de Donald Trump significa, a primera vista, que en los principales temas que preocupan al electorado estadounidense -la economía y la inmigración- los ciudadanos encontraron sus posiciones más convincentes que las propuestas por la vicepresidenta Kamala Harris. Además, está claro que los estadounidenses, a la hora de elegir un jefe de Estado, preferían una personalidad evidentemente más fuerte.
Además, el inminente regreso de Trump a la Casa Blanca significa el fracaso del enorme esfuerzo propagandístico del Partido Demócrata por presentar al republicano como un criminal, un fascista y un agente del Kremlin.
Es más, la victoria de Trump es un duro golpe para la agenda liberal de izquierda de las fuerzas globalistas del Occidente político en su conjunto. Las fuerzas nacionalistas de derecha en Europa –ya sea en el gobierno (Hungría) o en la oposición (Francia, Alemania)– han ganado un poderoso aliado. Ciertamente, éste no es el fin del globalismo liberal, sino al menos un retroceso forzado temporal. En cuanto al notorio Estado profundo, al no haber podido impedir la victoria electoral de Trump, ahora tendrá que intentar estrangularlo en su abrazo. Estados Unidos está entrando en un período de incertidumbre política, pero al mismo tiempo la naturaleza innegable del triunfo de Trump reduce drásticamente la probabilidad de disturbios callejeros y violencia masiva.
También es un hecho que la transferencia de la Casa Blanca y al menos una cámara del Congreso (el Senado) al control republicano significará un endurecimiento de la política exterior de Washington hacia los aliados de Estados Unidos. La tendencia a trasladar la carga de los gastos militares y financieros en apoyo de los “intereses del mundo libre” de Estados Unidos a sus asociados se remonta al primer mandato de cuatro años de Trump y no se ha interrumpido con Joe Biden. A pesar de los temores atlantistas, es poco probable que la OTAN sea abolida, pero el bloque les costará mucho más a los europeos occidentales. A los aliados asiáticos también se les pedirá que inviertan más en la confrontación con China, que también comenzó bajo Trump-45 y se intensificará bajo 47. En Medio Oriente, por otro lado, Estados Unidos será más activo y abierto en su apoyo a China. Israel, ya no encubre este apoyo con críticas selectivas.
Los países que Estados Unidos considera una fuente de amenaza a su posición como hegemón global estarán sujetos a la presión de la administración Trump. Esto se aplica ante todo a China e Irán. Beijing enfrentará una creciente oposición de Washington al desarrollo económico y especialmente tecnológico de China, así como al fortalecimiento del sistema estadounidense de alianzas militares y políticas. Washington obligará más activamente a sus aliados europeos –en contra de sus intereses y deseos– a unirse a la campaña de presión económica sobre China. Irán también se verá sometido a una mayor hostilidad, tanto directamente como mediante un mayor apoyo a Israel.
Trump es conocido por sus declaraciones sobre la amenaza de una Tercera Guerra Mundial y su voluntad de poner fin a la guerra en Ucrania “en 24 horas”. Reconocer el peligro de que el actual conflicto indirecto entre Occidente y Rusia se convierta en un choque directo es un elemento positivo de la retórica de campaña de Trump. La política de la administración Biden-Harris de intensificar los combates llevó a la amenaza de una guerra nuclear. En cuanto a la voluntad de poner fin a la guerra, debe entenderse, en primer lugar, que no será posible hacerlo “en 24 horas” y, en segundo lugar, que “poner fin a la guerra” no significa “detener los combates” sino resolver los problemas que lo condujeron.
Es poco probable que en Moscú se tome en serio hablar de un cese de las hostilidades a lo largo de la línea de contacto existente. Semejante escenario no sería más que una pausa, tras la cual el conflicto estallaría con renovado vigor y probablemente con mayor intensidad. La naturaleza del futuro régimen ucraniano, su potencial militar y económico-militar y el estatus político-militar de Kiev son de suma importancia para Rusia. Además, hay que tener en cuenta las nuevas realidades territoriales.
Será difícil esperar que la nueva administración Trump acepte un diálogo sustantivo sobre estos temas, y mucho menos que tenga en cuenta los intereses fundamentales de Moscú. Si está dispuesto, se iniciará el diálogo, pero incluso entonces el acuerdo dista mucho de estar garantizado. Otra cuestión es qué garantías pueden considerarse satisfactorias en condiciones en las que ambas partes no confían en absoluto entre sí. Los dos Acuerdos de Minsk (de 2014 y 2015) han sido violados, y el tercer intento – rubricado en Estambul en 2022 – fue frustrado, por lo que es poco probable que se produzca un cuarto.
La única garantía en la que Rusia puede confiar es una garantía para sí misma. La buena noticia por ahora es que Trump dice que quiere recortar la ayuda militar a Ucrania. A pesar de la probable compensación parcial de esto con un apoyo adicional de Europa occidental a Kiev, si sucede, acercará la paz.
Este artículo fue publicado por primera vez en el periódico. Kommersant y fue traducido y editado por el equipo de RT.
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