Nueva York te hace llorar

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Ser acabador del Maratón de Nueva York te convierte en un héroe durante todo el día. La gente te ve con la medalla y te da la enhorabuena, te choca la mano y hasta te invitan a hamburguesas en muchos restaurantes. En el cariño de su gente reside la magia de una prueba única más allá de sus espectaculares postales. Su mística la tiene más que merecida.

Peor que los 42 kilómetros que separan Staten Island de Central Park son el madrugón y el frío previos a la carrera. Uno se cree un héroe por levantarse todos los días a correr a las 6 de la mañana hasta que se encuentra poniendo la alarma en el móvil a las 3.50 para llegar a la línea de salida.

Y claro, estás en Nueva York y pronto no te acuestas. Al menos arañas algo gracias al cambio de hora, que en Estados Unidos se produce una semana después que en Europa. El cielo está raso y el termómetro a esa hora de la madrugada marca 2 grados.

Juan Ignacio García-Ochoa, subdirector de MARCA, con su medalla como ‘finisher’ del Maratón de Nueva York.

El camino hasta Staten Island es largo pero un espectáculo. Primero un barco desde Manhattan. En la estación del ferry te reciben los voluntarios de la carrera como si ya hubieras ganado el maratón. Imposible no emocionarse. La cosa sigue mejorando cuando te subes al barco y ves a tu lado la Estatua de la Libertad. Una postal de película para una de las citas deportivas de año.

Tras el ferry, otra americanada de película: un trayecto de 7 kilómetros en un autobús escolar de los que hacemos mil fotos los españoles hasta la villa donde se reúnen todos los corredores. La seguridad es máxima. No entra nadie sin dorsal y previo chequeo de la Policía y paso por el detector de metales.

La villa está en una reserva militar y cuenta con todo tipo de avituallamiento: café, baggles, fruta… Aunque en realidad parece una feria de suplementos. Los americanos van a la última con esto.

Un judio ultraortodoxo cruza entre los corredores en el Maratón de Nueva York.Heather Khalifa

Aún faltan tres horas para que empieces a correr, pero el tiempo vuela. Los voluntarios se esfuerzan para que no te falte de nada y lo de la gente de New Balance, patrocinador deportivo de la carrera, es otro mundo. Su modelo especial de zapatillas para la prueba es un recuerdo único y arrasa entre los participantes.

Empieza la carrera

Cinco horas después de haber iniciado el viaje, empiezas a correr. Somos 50.000 runners a los que la organización distribuye en seis oleadas, tres colores y seis corrales. Eso provoca que las primeras tres millas sean diferentes para los tres colores que participan en cada oleada.

Participantes del Maratón de Nueva York cruzan el Puente Verrazzano-Narrows, donde se encuentra la salida de la carrera.Yuki Iwamura

La carrera arranca en el puente de Verrazzano, aunque muchos creyeran por la foto de toda la vida que era el de Brooklyn. Los puentes son los que hacen del Maratón de Nueva York uno de los más duros del mundo. De turista los ves llanos, pero sus rampas tienen una pendiente que rompe piernas y maratones desde el minuto uno.

De ahí el consejo de mi amigo Pedro Roaque en año y medio se ha sacado un máster en estas carreras: “Juanin, no te emociones que no la acabas…”. Es difícil no emocionarse, la verdad. Suena el himno y casi lo cantas como si hubieras nacido en Brooklyn. Y cuando dan el pistoletazo de salida ya tienes la gorra para atrás como un yankee.

Un espectáculo único

¿Pero dónde está la mística del Maratón de Nueva York? Uno puede pensar que en la espectacularidad del escenario, pero en cuanto echas a correr te das cuenta de que está en su gente, que llena las calles del kilómetro 1 al 42.

Las cifras oficiales de la prueba hablan de más de un millón de personas aplaudiendo en cada uno de los cinco distritos por los que pasa la carrera: Staten Island, Brooklyn, Queens, The Bronx y Manhattan. El paso por Brooklyn y la Quinta Avenida se llevan la palma.

Uno se sentiría profesional si no fuera porque las piernas están a punto de estallar en el tercer puente. El público y el avituallamiento familiar, que además de aguantar tus entrenamientos se recorre toda la ciudad para verte pasar dos veces y darte alas cuando ya no puedes más, te llevan a Central Park para lograr una medalla que para los runners es más que una medalla, es una experiencia única e inolvidable, de las que saltan las lágrimas.


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