“Atendiendo al daño reputacional…¿quién dimite ahora?”

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la Fiscalía de Madrid ha archivado la denuncia elevada desde el Consejo Superior de Deportes “tras una investigación”, y respaldada por el Ministerio de Cultura, contra José Luis Terreros, el ya antepenúltimo -así de inestable es este Gobierno en el Deporte- director de la Agencia Española Antidopaje. El ministerio público no ve indicio de delito en las acciones que el entonces director del ente, siete años en el cargo, llevó a cabo en la gestión de los controles antidopaje entre 2017 y 2022, ni tampoco irregularidad alguna en las cuentas.

La actuación del secretario de Estado José Manuel Rodrígúez Uribes no pudo ser entonces más precipitada. Ni más contradictoria. En la tarde del 5 de enero, en plena cabalgata de Reyes, pidió a Terreros que dimitiese sin haberlo escuchado en un careo. Atendiendo, eso sí, a la presunción de inocencia como rezaba el escrito.

Confundiendo el principio con el final, la epifanía con la crucifixión, era necesaria una víctima de inmediato. Para calmar, entre otras cosas, a la arribista Agencia Mundial Antidopaje que olió la sangre y quiso pasar factura a Terreros por ser un personaje incómodo en su quehacer diario. Demasiadas preguntas hacía el aragonés sin encontrar respuesta.

“Ante el cariz de los acontecimientos y por el daño reputacional…”, decía el párrafo en cuestión del comunicado del CSD antes de invitarle a la salida. Siguiendo estos principios tan comentados y poco usados en política, está faltando tiempo en Martin Fierro a que alguien presente su dimisión o salga con urgencia a pedir disculpas públicas a la figura de Terreros, que durante semanas -porque esto del antidopaje le importa a cuatro y la ola mediática se extingue rápido- quedó a los cascos de los caballos. Incluso alguna voz radiofónica dijo que “había metido la mano en la caja”.

Igual que a favor de corriente en los últimos tiempos el Gobierno en materia deportiva se ha desenvuelto con una formidable diligencia dotando de medios al deporte de este país, es sintomático lo indigestas que son las crisis para su directiva. El caso Terreros, la facilidad con la que todos los asuntos espinosos se derivan al TAD como si el secretario de Estado fuera el apertura de una línea de ataque de rugby que pasa el balón a la mano, son los mejores ejemplos. O, también, la gestión de todo lo que ha sucedido alrededor de la Federación de Fútbol, acciones ejecutadas por recomendación del anterior presidente del CSD.

Le ha costado entender al equipo deportivo del Gobierno que el sector, por leyes supranacionales, entiende de otras jerarquías. Uribes y la ministra Pilar Alegría se llevaron un pellizco del COI en los Juegos Olímpicos de París y la UEFA y la FIFA, también se lo han recordado hace un par de semanas. Aunque no les guste, existen otros sheriffs en la ciudad llamada Deporte. Cuya ley no es atar de las muñecas a la primera víctima que encuentran y arrastrarlo por el fango. Como mínimo Terreros merece una disculpa desde el púlpito.

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