Mi robot aspirador me aterroriza | Emma Beddington
IEn noticias nacionales, ha surgido un problema con el robot aspirador. Nuestro viejo y ruidoso aspirador me molestaba tanto, golpeándose repetidamente contra el rodapié y tragándose las borlas de la alfombra en un lío, que pisoteaba con fuerza el botón de apagado cada vez que lo pillaba intentando hacer su trabajo.
El nuevo es menos estúpido e implacable, pero igual de ruidoso, y como mi marido lo programó, parece estar siempre encendido. Se apaga a las diez de la mañana y sigue rugiendo cuando bajo, horas después. Después de una breve pausa, vuelve a aparecer por la tarde. Es tan ruidosamente trabajador que me siento a la vez debilitada y avergonzada por su productividad. ¡Déjame mirar Internet en paz, robot!
La semana pasada hice una consulta al respecto; al parecer, mi marido, que es indiferente al ruido, le ha ordenado que limpie toda la planta baja por la mañana y la cocina por la tarde. Tengo preguntas como: somos solo él, yo y el perro, ¿cuánto pelo y piel podemos perder en un período de 24 horas? Pero como invariablemente soy la idiota de nuestro matrimonio y trato de no serlo, lo acepté. Sin embargo, por motivos de cordura, si mi marido no está a las 10 de la mañana, presiono “Enviar a casa” en la aplicación de la aspiradora en el momento en que la escucho empezar a zumbar, pensando que lo que no puede ver no le hará daño.
Este habría sido un arreglo perfecto, si no fuera por el robot en sí. Ha comenzado a negarse a volver a su base, se queda sentado en el pasillo enfurruñado hasta que mi marido lo encuentra, o se va a casa y vuelve a salir dando tumbos segundos después. Lo peor de todo es que una noche decidió empezar a limpiar a las 9 de la noche, desafiando totalmente su horario y su configuración nocturna de “no molestar”. Intentamos apagarlo de forma remota, pero siguió zumbando hasta que lo pisoteé, como en los viejos tiempos. ¿He enfadado a una tecnología consciente al no dejarle hacer su trabajo? Ahora solo estoy rezando para que no se trague una hoja de afeitar y venga a por nuestros tendones de Aquiles.